EDITORIAL – El Afroargentino N° 7

REFUNDAR LA NACIÓN

La Argentina del siglo XXI se sigue rigiendo por los parámetros políticos del siglo XIX, donde hablar de la paridad de género en la representación política genera los más furibundos debates misóginos. A su vez, plantear la representación de los Pueblos Originarios les resulta gracioso y hasta ridículo a las personalidades de los programas políticos de mayor audiencia en el prime time televisivo. Ni que hablar de los fantasioso que les sonaría a estos mismos sectores hablar de bancas de legisladores para afrodescendientes argentinos, “¡¿A caso a los esclavos no los mataron a todos en las guerras de independencia y en la del Paraguay?!” se preguntarían. Estudios estadísticos arrojan que un 5% de nuestra población nacional tiene ascendencia de africanos y africanas esclavizadas. Nosotros nos preguntamos cómo es que dos millones de afrodescendientes argentinos/as no tienen ni una banca en el Congreso.
La naturaleza racista del poder en nuestra Nación tiene rango constitucional, basta con ver el texto de nuestra Constitución Nacional que reza: “Artículo 25.- El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.” De la idea anterior se extrae el proyecto de nuestro “padres fundadores” de construir sobre un territorio “desierto”, una nacional moderna y civilizada, o sea, blanca. A la postre resultó que no llegaron las hordas anglosajonas con las que soñaba Sarmiento. Sin embargo los trabajadores rurales pobres del sur europeo que vinieron, de todos modos gozaron de su privilegio blanco, y encontraron una rápida inserción en este nuevo mundo. De ahí el salto en la escala social que experimentaron cuando en tan solo una generación grandes mayorías blancas accedieron a la famosa igualdad de oportunidades del rezo laico “m’hijo el dotor”… mientras que los sectores populares de rostros oscuros (afrodescendientes e indígenas) verían pasar una y otra vez, generación tras generación, la promesa incumplida de la movilidad social ascendente.
Hoy, en Argentina, la idea de un país con una gran “clase media” se cae a pedazos como la fantasía de la democracia racial en Brasil. En ambos casos vamos a votar en las elecciones sin discriminación por motivos de sexo, raza o religión, pero siempre gobiernan los mismos: los hombres, blancos, ricos. Por ejemplo, que el xenófobo y eterno legislador Miguel Ángel Pichetto, que ayer fuera espada clave del proyecto nacional y popular y hoy sea garante de la “gobernabilidad” no es una cuestión de traición a un ideario, se trata del pragmatismo del poder. ¿Quienes detentan el poder, invariablemente? Los hombres, blancos, ricos.
Latinoamérica vive un periodo de retrocesos sociales y políticos. Avanza la derecha en nuestro continente,
y a caballo del neoliberalismo se ve decidida a barrer con las conquistas históricas de nuestros pueblos (siempre negros, indígenas y obreros). El racismo, la xenofobia y la misoginia de Trump tienen su correlato en el gobierno ilegítimo de Temer, donde por vía de una brutal reforma laboral se busca volver a las condiciones del Brasil esclavista. Argentina no es la excepción, con un gobierno de derecha que entiende a los derechos humanos como un “curro”, se muestra cómplice del terrorismo de Estado y promueve cárceles para inmigrantes. Lo particular del momento argentino es que este gobierno de derecha tiene un importante apoyo popular que le permite ganar elecciones y hacerse del control del Estado de manera legítima.
Negros/as, pueblos originarios, mujeres y trabajadores/as prácticamente seguimos viendo el poder desde afuera. Como pueblo negro argentino nos sentimos reflejados en la lucha del movimiento de mujeres que toman por asalto las calles, la resistencia mapuche en el sur de nuestro país que hace que personajes siniestros como el genocida Astiz desempolve la teoría de la seguridad interior y los tilde de terroristas y abogamos porque las bases trabajadoras le arrebaten un paro general a una conducción sindical subordinada al poder. Es por eso que desde esta tribuna que es El Afroargentino lanzamos un llamado a unir a las fuerzas populares bajo la bandera de la interseccionalidad de género, sexualidad, raza y clase, como la única alternativa al feroz avance neoconservador.
A más de 200 años de nuestra independencia nacional, firmada por hombres, blancos, ricos y poderosos, hacemos un llamado urgente a convocar una Asamblea Constituyente para refundar la Nación como un verdadero proyecto inclusivo, democrático y popular.

Lic. Federico Pita – Politólogo UBA
Director El Afroargentino